julio 10, 2012

§Fan fic // La Chatarra y la bicicleta§

Título: "Ese día de pinta"
Capítulo: 1 “La chatarra y la bicicleta”
Fandom: La fea más bella / Original
Claim: Fernando Mendiola // Marcia Villarroel
Resumen: Hay historias que tienen un inicio mucho antes de lo que conocemos.
Notas: Esta historia comenzó hace muchos años ya. Pero me gusta mucho y no he podido terminarlo apesar de que la tengo en la mente. Así que, de alguna forma, tengo que presionarme para escribirla.

Esta es la historia de Fernando Mendiola y de Leticia Padilla muchos, pero muchos años antes de que sus vidas se cruzaran en Conceptos. Es la historia de sólo dos adolescentes en un México de por ahí de los 80's.


§La chatarra y la bicicleta§

- ¡Te lo dije mil veces, era mejor el automóvil que te ofrecía tu padre que…Que éste juguete! – Reclamaba un joven de piel blanca el cual se levantaba unos lentes de sol que mostraban unos grandes ojos negros - ¿Una bicicleta, Fernando?
- Sí Omar. Una bicicleta – afirmó orgulloso el dueño de ésta, un chico de piel morena, ojos negros e impresionante sonrisa blanca.

 - ¿Y estás tan feliz por esta cosa? – Preguntó atónito su amigo – ¡Tu padre te ofrecía un mustang del año! ¿Y lo cambiaste por una bicicleta de niña?
- No es una bicicleta de niña – aclaró – es una bicicleta de montaña, la ultima que salió al mercado. Hermosa ¿verdad?
- Fernando, dime que me estas bromeando y que en cualquier momento va a llegar un hermoso auto al estacionamiento de la escuela.
- Omar, - dijo serio - no bromeo y además, sino te gusta no es mi problema – colocó la bicicleta junto a otras y la amarró con un candado - ¿Vamos a clases?

Ambos amigos se encontraban en el patio de la escuela. Una de las escuelas más prestigiosas de México. Tenía jardines grandes y muchos estudiantes caminando por todas partes. La fachada era de lujo, había vitrales y edificios enormes. Cerca de donde estaban Fernando y Omar había una fuente y varios árboles que les daban sombra a los ociosos.

Era la escuela preparatoria, el segundo hogar de los chicos que ahora mismo seguimos.
Omar, aun viendo la bicicleta estacionada, volteo a ver a Fernando, quien ya se había seguido de largo. Resignado, y aun sin creer que su amigo le decía la verdad, lo siguió hasta alcanzarlo.

- ¿Y por qué una bicicleta? ¿Qué tenia de malo el automóvil que te ofrecía tu padre?
- Nada, no tenía nada de malo – aseguró – es más, en la agencia se veía muy bien.
- ¿Y el problema fue…? – hizo un gesto con la mano para que Fernando le termina de contestar
- Ninguno
- ¿Ninguno? ¿Estás loco? Tuvo que haber un problema como para que tomaras ésta horrible decisión - Omar colocó sus manos en la sien tratando de pensar, pero sólo terminó negando - ¿Por qué hermano, por qué? ¡No entiendo!
- Mira Omar – dijo Fernando deteniéndose en seco – prefiero mil veces una bicicleta. Es más práctica, cómoda y no contamina – le sonrió y siguió su camino hacia la escuela.
- ¿No contamina? – De pronto Omar cayó en cuenta – ya veo… ya sé lo que pasó. ¡TÚ no fuiste quien eligió la bicicleta! ¡No, claro que no! Fue el baboso de Eduardo ¿verdad?
- Eduardo no tiene nada que ver.
- ¡No me mientas Fernando Mendiola, que te conozco mejor que tus padres! – Exclamó molesto – ¡Claro! ¿Cómo no lo pensé antes? Sí, a fuerzas tenía que ser ese tipo. ¡Claro! Como a él no le compraron un automóvil y a ti SÍ te lo iban a comprar… Tuvo que arruinarles la vida a los demás
- ¡No seas estúpido, Carvajal! Eduardo sólo me aconsejo que era mejor una bicicleta – Contestó justificándose – Aparte mi casa no queda muy lejos de la escuela.
- ¿Y eso qué Fernandito? ¿Qué no sabes de la importancia de un automóvil en estos momentos de nuestra vida?
- ¿Qué tanta importancia puede tener un automóvil en estos momentos, Carvajal?
- Son obvios- dijo en el mismo tono - En primer lugar, cuando quieras salir con una nena… no me digas que la vas a llevar en la parte trasera de tu bicicleta con un casco ¿o si?
- Bueno – se quedó pensando un segundo - por ahora no pienso llevarme a ninguna chica en la bicicleta
- Y dudo que haya quien quiera – hizo un gesto negativo – Tú que podías tener el coche que soñara cualquiera… - suspiro fuertemente y levantó los hombros – ni modo Fernando, te voy a tener que ayudar al respecto. Cuando vayas a tener alguna cita te podré dar chance para que lleves a alguna nena en MÍ coche – dijo sonriendo orgulloso.

Fernando miró a su amigo incrédulo y se rió fuertemente.

- ¿Te refieres a la chatarra? ¿A la chatarra que conduces?
- ¿Chatarra? – Dijo Omar ofendido – ¡No es ninguna chatarra!
- No, perdón – sonrió aun burlándose – tienes razón, no es ninguna chatarra, solo es… un carro que se cae en pedazos cada kilómetro.
- Bueno, pero es mío – miro feo a su amigo y adelantó el paso – y no tendrías de que burlarte. Después de todo, yo no soy el tipo con una bicicleta de niña.
- ¡Que no es de niña Carvajal!

Y antes de que pudiera recibir algún tipo de reclamo, los dos entraron a su salón, que se encontraba ya lleno de compañeros.

Fernando se dirigió a su asiento, que se encontraba en medio y junto a la ventana. Según Omar, el mejor lugar para distraerse cuando la clase era aburrida. Curiosamente Fernando coincidía con su amigo.

Omar, colocó su mochila justo a la derecha de donde se sentó su amigo. Pero sólo la dejo, lo barrió con la mirada y se fue de ahí hacia la salida, donde suponía Fernando, iba a ir de coqueto con alguna de sus compañeras.

- Apuesto que va tras Sandra - le dijo la voz de otro chico, rubio, de ojos claros y con una sonrisa en su rostro.
- ¿Cuánto apuestas, Eduardo? – Contestó Fernando mirando a su amigo que se sentó en la paleta de la banca – ya lleva días intentando algo con ella, pero no se deja.
- Aunque parece que sí le gusta Omar.
- Ve tú a entenderla.
- Las mujeres son algo difícil de entender…
- ¿Algo? Créeme, creo que no hay nadie que las pueda entender – Eduardo sonrió al comentario de su amigo.
- Eso es verdad… pero eso es lo que hace interesante la vida… intentando no entenderla.
- Ay Lalito… - Fernando rió dando un golpe con el puño a la banca – siempre tienes algo para filosofar.
- Sólo digo lo que pienso.

Fernando suspiró mientras recargaba su rostro en la mano que tenía en la banca.

- ¿Tienes algo Fernando? – Preguntó su amigo – Te ves… preocupado
- ¿Eh? No, no tengo nada – mostró una sonrisa para no preocupar a Eduardo.
- Vamos Fer, no me puedes engañar – se sentó en el lugar de Omar - ¿Qué pasa?

Fernando se quedó pensando un segundo, suspiró y miró a su amigo, como analizándolo.

- No me digas – miró a su amigo fijamente, como si pudiera adivinar lo que pensaba – es un problema en tu casa – Fernando movió la cabeza sin afirmar ni negar nada – ¿es un problema con los “inquilinos”? – Fernando volvió a mover la cabeza, esta vez afirmando un poco más – ¡Es Ariel! – Fernando movió la cabeza negativamente haciendo un gesto de asco - ¿Marcia?
- ¡Bingo!
- ¡Ves, te digo que tengo algo de brujo! – bromeó – pero dime ¿Qué pasa con Marcia?

Fernando dio un suspiro de molestia.

- Lo de siempre, no me deja en paz
- ¿Y eso en que te extraña? Desde que la conoces nunca te ha dejado en paz.
- Lo sé, pero… pues eso cansa Eduardo. Ves que me compré la bicicleta, y pues ella está en el mismo plan que Omar… ¡Ah! Es que Omar pegó el grito en el cielo cuando vio la bicicleta – aclaró.
- Lo imagino.
- Pero bueno, ella está en el mismo plan, no me deja en paz… dice que pude comprar un auto y que…
- ¡Buenos días muchachos! – interrumpió el profesor quien acababa de entrar al salón.

Eduardo hizo una mueca como diciendo “ni modo”, le dio una palmada en la espalda de Fernando y se fue a sentar a su lugar. Enseguida llegó Omar con una cara de molestia.

- ¿No se dejo Sandra?
- No… no sé qué quiere… - cruzó los brazos – quizás necesite llegarle con regalitos…
- ¿Crees que te hará caso con unos regalitos?
- ¿Hay alguien que se resista a ellos?
- Señor Mendiola, señor Carvajal, podrían dejar de hablar e intentar poner atención.

Los dos chicos se callaron y se sentaron derechitos en su lugar.

- ¿A qué hora comenzó la clase? – preguntó Omar entre dientes, apenas susurrando.
- Ahora mismo… - respondió Fernando de la misma manera.
- ¿Y por qué no me habías dicho?
- Porque lo olvide.
- ¿Y qué han estado viendo?
- No sé, tampoco he puesto atención.
- Vaya, que bien tomas tus clases…
- No me reclames Carvajal porque tú tampoco… - volteo a decirle dejando de susurrar.
- Señor Mendiola – vociferó el profesor - ¿Hay algo que quiera decirle al grupo?
- Ah… - se quedó sin palabras y completamente avergonzado – no, nada.
- Entonces manténganse en silencio… - Omar le sonrió en forma de burla – ¡Y usted también, señor Carvajal! – de pronto Omar borró su sonrisa y se sonrojó.

Cuando el maestro les dio la espalda, éste le echo la culpa a Fernando con la mirada, pero ésta vez, Fernando solo lo esquivo.

La clase transcurrió con normalidad, con la normalidad que Fernando siempre vio a la clase de historia. Aunque para ser francos, a él no le gustaba mucho, y no es que fuera mal estudiante, pero le costaba trabajo recordar fechas.

Pero había algo que no lo dejaba muy en paz… y eso era Marcia.

Ella era como su hermanita, sí, pues ya llevaban muchos años viviendo en la misma casa, y sus padres siempre le habían dicho que la trataran como tal. Pero había veces, en la cabeza de Fernando, en las que no podía guardar ese pensamiento. Ella era hermosa e inteligente, pero eso sí, terca y berrinchuda, sólo que no podía dejar de pensar en ella como… pues como mujer.

Y no había sido el hecho de que lo sermoneara sobre “porqué es mejor un coche que una bicicleta” sino que no quería que ella se metiera más en su vida personal… más bien, para que ella no sospechara nada de que él estaba interesado en ella.

- ¡Tierra llamando a Fernando!
- No, parece que lo perdimos…
- Pero si hace un momento estaba en la tierra.
- Pues ahora esta en Fernandilandia…
- ¡Que Fernandilandia ni que ocho cuartos, Omar! – respondió Fernando cuando vio a sus dos amigos parados frente a él.
- Vaya Fernando ¿En qué pensabas que te fuiste tan lejos? – le preguntó Eduardo
- Ya ni yo – se comparó Omar – y eso que nunca estoy en clase – Eduardo y Fernando lo vieron extrañado – bueno, el cascaron está en el salón, pero mi mente está en una playa, disfrutando de la vida, con dos nenas, una en cada brazo, tomando el sol…
- Y ahora ya se está yendo Omar.
- Oh bueno, así es como yo me voy… - aclaró Omar molesto – pero y tú Fernando ¿A dónde fuiste que tardaste en volver?
- A ninguna parte Omar
- ¡Claro! A ninguna parte… - lo miró detenidamente - ¿Y tú nieve de qué la quieres?
- De limón – contesto de mala gana - ¿Y ahora que clase sigue?
- Ninguna, el profesor vino a decirnos que no iba a dar clase hoy.
- ¡Genial! ¿Y entonces a donde vamos?
- No sé – dijo Omar tomando sus cosas – pero la clase que sigue es matemáticas y yo pienso darme a la fuga
- ¿Te vas a saltar la clase? – el trigueño guiñó un ojo, tomó sus cosas y salió del salón. Fernando miró a Eduardo y este le afirmó. Ambos tomaron sus cosas y salieron del salón siguiendo a Omar.

- ¿Y a donde te piensas “dar a fuga”?
- No lo sé Fernandito, no hay muchos lugares para esconderse en la escuela.
- Podríamos ir a la biblioteca – sugirió Eduardo, pero Omar solo lo volteo a ver con desaprobación – bueno, yo decía…
- Vamos a la cafetería – Omar hizo una pausa – ahí podremos pensar mejor.
- Pero ahí está media escuela, no es el mejor escondite Omar.
- Lalito… - dijo Omar sin detener el paso – dije que vamos allá a pensar, no a escondernos. Podemos ir, desayunar, encontrar a algunas chicas para nosotros y se pueden ir de pinta con nosotros.
- ¿Ir de pinta? – Repitió Eduardo un poco alterado – ¡Ah no! Tú no dijiste eso, sólo dijiste “darnos a la fuga”.

Omar puso cara de fastidio.

- Eso sólo es un sinónimo. Mira, “irse de pinta” y “darse a la fuga” es lo mismo.
- Pero nada más querías saltarte matemáticas.
- Y física, y química, y literatura… tecnicismos Lalito…

Llegaron a la cafetería, Omar entró primero y fue a apartar una mesa, en tanto que Eduardo y Fernando se quedaron viendo.

- ¿Quieres irte con Omar?
- Pues no sé. ¡Está loco! No creo que podamos darnos a la fuga tan fácilmente
- Y menos en su auto…
- ¡Claro! Esa chatarra delata a quien la maneja – contestó molesto.
- Pero… Omar esta muy seguro que va a hacer eso.
- Y lo hará – afirmó – es muy terco. Apenas salimos de una clase para que ya se quiera ir – Se quedaron en silencio - ¿Lo acompañaras?
- Ya sabes que no, me quiero quedar en clase, literatura es una de mis materias favoritas y no me gusta perdérmelo… ¿Y tú?
- Fernando, Eduardo ¿Qué esperan ahí? – gritó Omar desde una mesa que se encontraba en la esquina.
- Tú decides Fernando – dijo el rubio encaminándose hacia donde estaba Omar, dejando a Fernando sólo y pensando en qué iba a hacer.


- Esto es una locura – dijo Fernando mientras se encontraba escondido en un arbusto.
- ¡Calla! – le dijo Omar quien estaba en un arbusto a su lado – ya casi lo logramos.
- ¿Y cómo vamos a sacar tu auto?
- Fácil – Omar salio del arbusto y se acercó a su automóvil, que tal y como lo había dicho Fernando, era una chatarra, despintada y muy maltratada, abrió la puerta y se metió.

Fernando no sabía si entrar con él o esperar. Miró hacia ambos lados y notó a una chica que se acercaba a la puerta del estacionamiento. No era sino Sandra, la chica que Omar había tratado de conquistar.

Ella se acercó al vigilante y le empezó a hablar. Primero parecía que era una simple plática y luego parecía que le preguntaba algo. Ella reía y le señalaba el lado contrario a donde se encontraban ellos. El vigilante pareció ir a buscar lo que Sandra le señalaba. Y cuando se dio cuenta Fernando, el vigilante ya se había ido.

Entonces apareció otra chica que abrió la puerta del estacionamiento. Sandra le hizo una señal a Omar para que fuera a la entrada.

- Ahora Fernando – le gritó y Fernando corrió al automóvil – no, tu te vas atrás – le abrió la puerta de atrás.
Omar arrancó como alma que llevaba el diablo hasta donde estaba Sandra y la otra chica. Sandra se subió en la parte del copiloto y la otra chica esperaba a que Fernando le abriera.

- ¡Abre, menso!

Fernando abrió la puerta y una chica de cabello castaño oscuro y ojos turquesa se sentó junto a él.

- Marcia…

Desgraciadamente no pudo decir. Omar había arrancado y pronto habían dejado la escuela atrás.

0 comentarios: